Hay un momento, al cruzar el umbral del Museo del Videojuego OXO Madrid, en el que lo que se experimenta no es tanto una visita como una reverberación: una de esas sensaciones liminales en las que el tiempo se pliega sobre sí mismo, y el cuerpo –nuestro cuerpo postdigital, de carne y data– se mueve entre lo tangible y lo espectral. (más…)
